martes, 15 de septiembre de 2009

EL PROBLEMA DE LA ESCUELA COMPRENSIVA

Desde el nacimiento de la escuela comprensiva o integrada tras la segunda postguerra mundial, los seres humanos llevamos a cabo la constante e incansable búsqueda de un sistema educativo que se base en el respeto de los derechos sociales.
A pesar de haber quedado obsoleto aquel sistema ilustrado basado en la marginalidad y la desigualdad de las clases menos pudientes, previo a la Revolución Francesa de 1789, aún seguimos buscando la igualdad de oportunidades para todos, pretendiendo no sólo renovar los métodos y estrategias de enseñanza- aprendizaje, sino también, los contenidos curriculares propios de cada área a desarrollar.
Esta lucha invencible, en mi opinión, es una labor que nunca finaliza, y que nunca debiera hacerlo, pues sólo en el reconocimiento de que las prácticas pedagógicas pueden cambiar a mejor y que en las personas diferentes radica hoy el sentido de la educación, conseguiremos, con esfuerzo siempre, disminuir la segregación y hacernos más humanos.
El problema de la escuela comprensiva no es más que una complicación política; una disputa de poder sobre los recursos económicos que la propia naturaleza comprensiva demanda; dificultad aparejada a una mentalidad centrada en los aspectos instructivos de la enseñanza más que en los derechos sociales de todos y cada uno de los ciudadanos. No debiera existir tal asunto, pero existe.
El modelo educativo español, desde la aprobación de la Ley General de Educación en 1970 es un modelo comprensivo. Esta escuela democratizó la educación al vincularla a las necesidades sociales y al hacerla cada vez más universal hasta convertirla en obligatoria. Su implantación en el Estado Español es consecuencia tanto de la realidad y mentalidad predominante, como de los resultados de su aplicación en otros países. Sin embargo - todo hay que decirlo- se constata una fuerte resistencia por amplios sectores del profesorado, especialmente en la enseñanza secundaria.
Podemos concluir afirmando, que el reto de la escuela consiste precisamente en ser capaces todos los docentes -independientemente del nivel en el que trabajemos- de ofrecer a cada alumno la ayuda pedagógica que necesite, ajustando la intervención educativa a la individualidad de cada uno de ellos. La dificultad de esta tarea es evidente, pero es la única forma de evitar que la escolarización no sólo no colabore a compensar las desigualdades sociales, sino que incluso las aumente.
¿Se puede exigir buenos resultados a la escuela comprensiva, se puede ser crítico con ella, si la mayor parte del profesorado la desconoce a nivel teórico y práctico? Quizás debiéramos pararnos a pensar en ello...

Silvia Palacios

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